viernes, 20 de diciembre de 2013

De cómo el amor nos vuelve psicópatas.

Las madrugadas para escribir son idóneas. Todo el mundo duerme y el silencio invade la casa. Lo único que se oye es el sonido procedente de los cascos del reproductor de música. No sé qué escuchar. Qué mas da, dejémoslo al azar. Pulso el botón de "aleatorio" y me pongo a pensar. Esta vez suena Let her go de Passenger, y cómo no, pienso en ti.

Pienso en que...


-Ha pasado tanto tiempo y yo sigo aquí como si todo y tú ahí como si nada.
-He perdido la cuenta de los Meganes que he contado esperando que seas tú.
-No sé con quién hablar ni qué hacer cada vez que te echo de menos.
-Cada vez que alguien me pregunta por ti me rompo un poquito más por dentro.
-Sardina ya no es mi playa preferida. Ya no tengo playa preferida, ¿sabes?
-Mis canciones favoritas ya no lo son tanto.
-Soy incapaz de borrar tus fotos, mensajes, vídeos, notitas, etc, porque si lo hiciera, sería como borrarte a ti definitivamente.
-El helado ya no cura mis penas. Y la verdad es que nadie se puede imaginar cuán grave es eso para mí.
-Hasta los atardeceres más bonitos en Agaete se han vuelto odiosos.
-Cuando me acuerdo de ti intento pensar en lo malo, pero lo bueno siempre acaba superponiéndose.
-No he vuelto a besar a nadie más. Ni a querer, ni a dejarme querer. Ni siquiera a dejar que entren en mi vida... no como lo hiciste tú.
-Tampoco he vuelto a dejar que nadie, absolutamente nadie, coma ni beba en mi coche. Y que, como ya sabes, a ti sí te dejaría...
-Siempre que paso por la rotonda que lleva a tu casa no puedo evitar echar la vista hacia arriba, por si algún casual apareces, pero la realidad es que nunca lo haces.
-De tanto buscarte en cualquier parte he llegado a darme cuenta de que la marca "Audi" es tu nombre si le quitas una vocal. Y claro, eso ya es de loca, así que supongo que a esta parte de mi vida la titularé "de cómo el amor nos vuelve psicópatas".

No sé realmente por qué te he vuelto a escribir, ni siquiera creo que llegues a leerlo, pero como ya dijo Arthur Miller: "la mejor forma de olvidar a una mujer es convertirla en literatura". Quizá sea aplicable también a los hombres, de modo que eso estoy tratando de hacer. Convertirte en unas simples palabras, para que de alguna manera, dejes de dolerme.











lunes, 28 de enero de 2013

Hay días y días.

 Hay días en los que las horas pasan volando, y días en que unos simples minutos me parecen eternos. Hay días en los que te llamo primero, y días en los que me hago la difícil y espero a que tú des el paso. Hay días en los que me pinto las uñas de rojo, y días en las que me las pinto rosadas. Hay días en los que no tengo hambre, y días en los que me comería una vaca si me la ponen delante.

Pero hoy es un día diferente. Hoy es un día de esos en los que, si te pones la chaqueta tienes calor pero en cambio, si te la quitas, tienes frío. Hoy he contado los días que llevo sin verte, y me he dado cuenta de que son demasiados.  Hoy he perdido la cuenta de las veces que he pensado en ti, porque son tantas que no se pueden contar. Hoy (y siempre) me hago la misma pregunta: ¿estarás pensando tú también en mí? Y entonces, no sé ni por qué, he hecho una lista con las cosas que me faltaron por decirte. 

Deberías saber que tardo el triple más en olvidar que en acostumbrarme a alguien. Lo voy a llamar "confianza", porque verás, para mí, confianza es lo que me diste. Confianza para poder contarte todo, desde una tontería sin importancia a asuntos de más gravedad. Confianza para hablar seriamente y a la vez para sonreír por cualquier motivo, por muy pequeño que fuera.

A veces llegué a pensar que tenías un indicador que te avisaba cada vez que yo me sentía mal, porque aparecías de la nada, como si ya supieras que te necesitaba aquí, en  ese momento determinado. Pero, ¿sabes qué pasa? Que yo no quiero que me salves, no así, no quiero un héroe ocasional.

Y qué te voy a contar, si tú me conoces mejor que nadie...
Y de cuántas personas me colgué para intentar reemplazarte...